lunes, 9 de marzo de 2009

La rabia


Se acabaron las baterías, y es tarde, así que no puedo comprar otras. Tiro el control por la ventana, y mientras pateo la pared, aguardo por el ruido que hará al estrellarse contra el suelo. De repente deseo que pudiera recuperar el control de mis ánimos, pero la cosa es que estoy en un quinto piso, y el ánimo que se descontroló es el enojo, no la locura...todavía. La cadena de mis emociones es débil, y una mínima situación la quiebra como si fuera de galletita. Y tengo que conseguir otra, una y otra vez. Lamentablemente la consigo luego de lastimar a alguien con palabras que tienen más filo que una navaja suiza, o de estrellar algo contra la pared, sea un objeto o mi cabeza. Qué hice? pienso. Se repite una y otra vez la escena de la rotura de la cadena de galletita y la liberación del monstruo. Y siempre que pasa es demasiado tarde para comprar baterías para el control remoto de los ánimos...Pero por qué siempre la primera persona en ser herida tiene que ser la que uno más ama? Tal vez porque es la única que tiene los cojones para soportarte, calmarte, o al menos intentarlo, gritarte desesperadamente cuando es necesario, besándote incluso cuando largás llamas rojo sangre por la boca, cuando tu rostro es un estanque de agua salada, cuando es demasiado tarde para comprar las baterías del control. Ojalá la cadena fuera más fuerte...ojalá no terminara lastimando siempre al que jamás me lastimaría.

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